En 1994 de repente, se había encontrado una novedosa forma de mejorar el rendimiento del trabajo de los agricultores por medio de la biotecnología moderna. Ya no hacía falta esperar a la polinización natural, podían modificarse los cultivos para fomentar un comportamiento u otro. Ya a finales de 2002, los cultivos modificados genéticamente cubrían un área 60.000 kilómetros cuadrados en todo el mundo, principalmente en Norte y Sudamérica. Pero al tiempo que iba proliferando el área dedicada a este tipo de cultivos, también han ido aumentado las dudas de si realmente se estaban aplicando a estos cultivos los principios básicos y requeridos desde un punto de vista ético, económico y, por supuesto, de la salud. Una parte de la sociedad requería a las autoridades competentes en la materia que tomaran medidas cuanto antes.
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