Roberto Salomón
La Habana, 15 de abril, PL, para RIA Novosti.
El presidente estadounidense, George W. Bush, dijo estar «muy preocupado» por la escasez de alimentos en el mundo, pero defiende a ultranza la producción de los llamados biocombustibles, responsables en buena medida de la actual espiral de los precios a nivel mundial.
Según la portavoz de la Casa Blanca, Dana Perino, el mandatario pidió el lunes al Departamento de Estado y a la Agencia de Ayuda al Desarrollo examinen lo que se puede hacer a corto plazo contra la esperada estampida en los costos y precios de alimentos y productos de primera necesidad.
La inesperada reacción de Bush es consecuencia aparente de los ecos de una reunión del Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), clausurada el domingo en Washington, de la cual emanó el alerta sobre el fuerte aumento de los precios de los alimentos en todo el orbe.
Aún está fresco en la memoria el recorrido efectuado por Bush el año pasado por Brasil y otras naciones latinoamericanas, en busca de apoyo a su programa para desarrollar la producción de etanol a partir de alimentos como el maíz y la caña de azúcar, con el fin expreso de reducir la dependencia de su país al petróleo.
Los peligros de la iniciativa estadounidense fueron oportunamente advertidos por el líder cubano Fidel Castro, en uno artículo publicado un año atrás en su conocida columna «Reflexiones», con amplia repercusión en medios nacionales e internacionales.
«Condenados a muerte prematura por hambre y sed más de 3 mil millones de personas en el mundo», titulo Fidel Castro su escrito en esa ocasión.
«No se trata de una cifra exagerada; es más bien cautelosa», dijo y agregó:
«En eso he meditado bastante después de la reunión del presidente Bush con los fabricantes norteamericanos de automóviles.
«La idea siniestra de convertir los alimentos en combustible quedó definitivamente establecida como línea económica de la política exterior de Estados Unidos el pasado lunes 26 de marzo (2007)», advirtió.
El plan de Bush está diseñado a la medida de intereses de los consorcios petroleros, el agronegocio y la industria automovilística, según se denunció en más de una ocasión en encuentros de lucha contra los Tratados de Libre Comercio (TLC) promovidos también por Estados Unidos.
En un mundo con más de 800 millones de hambrientos: ¿hasta dónde podrían llegar los precios de los alimentos si una enorme masa de ellos fuera destinada a convertirse en combustibles?
La interrogante, aparecida en los medios en coicidencia con el recorrido de Bush por varias naciones de la región para impulsar el desarrollo del etanol como biocombustible, se responde hoy con dramatismo y urgencia en los precios registrados en los últimos días por cereales y otros nutrientes básicos.
El uso de tierras para obtener esos productos, ya convertidos en un gran negocio transnacional, plantea un segundo conflicto, y es su impacto negativo sobre los pequeños campesinos, cultivos de subsistencia, bosques, selvas y comunidades locales.
Según estimados que consideran sólo los niveles actuales de consumo de gasolina y no futuros, para alcanzar una mezcla con el 20 por ciento de alcohol a partir de biocombustibles, se requerirían 97,4 millones de hectáreas cultivadas de maíz.
Si se tratara de obtener esa mezcla con etanol a partir de caña de azúcar, entonces habría que emplear 44,4 millones de hectáreas.
Representantes de gobiernos latinoamericanos alertaron la víspera sobre el posible impacto de los biocombustibles en la disponibilidad de alimentos y la protección del medio ambiente en la subregión.
El tema fue tratado en debates previos a una conferencia latinoamericana de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que se efectuará mañana, miércoles, en Brasilia.
La reunión analizará un texto que plantea «riesgos y oportunidades para los países de la región con carburantes a partir del agro».
Este lunes, además, científicos que asesoran a la Unión Europea (UE) pidieron eliminar la meta de uso obligatorio de combustibles agrícolas en el transporte, según la cual debería llegar al 10 por ciento en el año 2020.
Representantes de gobiernos de la UE acordaron en 2006 ese objetivo, como parte de medidas destinadas a reducir la contaminación, causante del cambio climático y el calentamineto global.
El Comité Científico de la Agencia Europea de Medio Ambiente consideró esa meta demasiado ambiciosa y recomendó suspenderla «hasta que se lleve a cabo una investigación sobre los biocombustibles».
Los también llamados combustibles agrícolas o agrocombustibles –básicamente etanol y biodiésel– se refinan a partir de alimentos como el azúcar, el maíz, el aceite de palma o la soja, entre otros.
Aunque algunas instituciones internacionales demostraron inicialmente ingenuidad ante los peligros que representa el programa de etanol con el que Estados Unidos pretende arrastrar a otras naciones, hoy todas concuerdan en que la iniciativa de los agrocarburantes incide en la acentuación de los precios de los alimentos, de la pobreza y del hambre en el mundo.
Si el presidente de Estados Unidos está realmente preocupado por la amenaza de hambruna que azota a más de 100 millones de personas -según advirtió el Banco Mundial-, debería, en primer lugar, evitar que su país continúe como primer depredador del medio ambiente.
Y, por supuesto, renunciar a su superobjetivo de involucrar a las naciones subdesarrolladas en el plan de fomentar la producción de biocombustibles a partir de alimentos.
De lo contrario, seguirá siendo el campeón mundial de la hipocresía.